Crónica de una muerte anunciada
Crónica de una muerte anunciada, 1981, Gabriel García Márquez
Lo sabes, tú, lo sabes, ¿cómo no ibas a saberlo?
Desde el primer momento en que tu mirada cae y se desliza sobre las primeras palabras de este relato, lo sabes. El título en sí reclama a gritos lo que tu mente niega durante toda la novela, aun y siendo consciente de que “nunca hubo una muerte tan anunciada”.
Gabriel García Márquez es, sin lugar a dudas, un verdadero genio de la literatura. A lo largo de las más de 100 páginas se encarga de crear un escenario lleno de intriga, angustia, zozobra y mal presagio en el que atrapa completamente al lector que se ve inmerso en la historia como un mero espectador, “atado de pies y manos” e incapaz de prevenir la serie de acontecimientos que acaban desarrollándose y que desgraciadamente conducen a un asesinato por motivos de honor totalmente evitable, injusto e indeseable.
"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana..." iba a al puerto a recibir al obispo. Por aquel entonces más de medio pueblo sabía cuál iba a ser su suerte pero por más que muchos de ellos intentaron prevenirlo, las cartas llegaban tarde, el aviso de boca en boca también, las puertas que siempre estaban abiertas parecían inaccesibles aquel fatídico día y hasta los verdugos, los hermanos Vicario “hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo, y no lo consiguieron".
“Crónica de una muerte anunciada” es perfección sobre papel, una maravilla de la literatura y “una exacta y eficaz pieza de relojería".
Finalmente y para acabar esta reseña no puedo si no citar un extracto del mejor prólogo que haya leído jamás. Señor Santiago Gmboa, ¡CHAPÓ!
“No recuerdo cuándo leí por primera vez esta Crónica de una muerte anunciada, pero sé que fue en Bogotá, hace ya más de quince años, recuerdo, eso sí, el extraño y sobrecogedor efecto que me llevó a desear, en cada página, que alguien detuviera a los hermanos Vicario, que se evitara esa muerte absurda que los condenaba a todos. Pero la muerte ya estaba anunciada; y aún hoy, al releerlo, vuelvo a sentir que es posible, en medio de la tragedia, que los cuchillos no alcancen a Santiago, que alguno de los mensajeros llegue a tiempo y él escape, que la puerta de su casa se abra. Y no sucede. Santiago Nasar vuelve a morir. Me pregunto si los lectores de este libro, dentro de doscientos o trescientos años, desearán lo mismo al leer sus páginas. Quizás sí. Lo que es seguro es que Santiago Nasar y su muerte anunciada serán en ese entonces una de las pocas cosas de nuestra época que aún estarán vivas."
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